Tribulaciones de un alcohólico con mala leche

miércoles, noviembre 28, 2007

Visiones malignas. Once

A principios de los 90 apareció una película maravillosa, The Commitments en la que un grupo de músicos amateurs forman una banda de soul. Glen Hansard era el guitarrista de aquella formación ficticia y vuelve a interpretar a un músico en Once, que pese a ser muy distinta a The Commitments, guarda varios puntos en común: actores sin experiencia, temática musical, y una tremenda banda sonora.


Once responde a ese raro género de películas que, sin saber muy bien porqué, hace que uno no consiga quitársela de la cabeza. Seguramente sea porque gira alrededor de la música, pero un buen puñado de canciones no pueden ser suficientes. Debe haber más. Y lo hay.

La historia es muy sencilla: un guitarrista callejero que toca en Dublín conoce a una inmigrante checa (interpretada por Markéta Irglová) que vende flores en la calle y cuya afición a tocar el piano les anima a tocar canciones juntos. A través de este planteamiento, que también es desarrollo, contemplamos la relación que se establece entre dos personas totalmente corrientes, tan anónimas que ni siquiera conocemos sus nombres.

Antes de continuar es necesario advertir que ya a los diez minutos de iniciarse la proyección somos plenamente conscientes de que no vamos a presenciar una película de corte clásico, así que es imprescindible relajarnos y dejarnos llevar por una historia donde se presenta una acción entrecortada, que cede su espacio constantemente a las canciones.

La sensación principal que se desprende es una tristeza melancólica que procede tanto del recuerdo de antiguos amores con los que a veces nos sorprendemos soñando, como de la renuncia a sueños que se han alejado demasiado de nuestro punto de mira. Tampoco ayuda mucho a disipar esa sensación la relación imposible que se establece entre la pareja protagonista, cuyo amor es tan soterrado que al final nos queda la duda de si realmente llegó a existir alguna vez. Sin embargo también encontramos esperanza, de hecho es lo que obtienen el uno del otro, un estímulo para impulsar sus vidas hacia un futuro mejor.

Una de las bazas principales de Once reside en su magnífica banda sonora, compuesta en su totalidad por Glen Hansard, líder del grupo The Frames (grupo al que perteneció como bajista el director John Carney) e interpretada por el propio Hansard y Markéta Irglová. La música moldea el espíritu de la película, surgen canciones tristes y llenas de desesperación, joyas desgarradas de gran emotividad y capaces de sustentar el peso del filme.

En definitiva, se trata de una película diferente, rodada en ocasiones como si se tratase de un documental sobre la grabación de un disco, que nos permitirá disfrutar tanto de una buena historia como de las hermosas canciones incluidas en ella.